jueves, 31 de diciembre de 2009

Gelatina de Café

¿Alguna vez has temblado?


No hablo del temblor que provocan las heladas noches de Diciembre, esas en donde el aire parte al respirarlo; tampoco hablo del sobresalto que provoca el afán masoquista de las películas que nunca logro terminar de ver; menos aún de los temblores que viví en mi niñez que movían cuadros, rompiendo paredes y almas y que por cierto recuerdo cada vez que paso por la zona del desastre.

Hablo de los temblores que surgen de adentro de tu ser, cuyo epicentro no logro ubicar y que te roban las palabras aún a personas como yo que no dejan de hablar.

Esos temblores que no permiten decir que piensas y sientes, paralizando el cerebro y llevándote a lugares remotos en el tiempo que parecen haber sido ayer. Sé que en dichos momentos quizás no se requieren las palabras y espero que dentro de mi propia parálisis mi sonrisa haya logrado expresar lo que mi boca no ha podido.

Hoy me quedo con dicho temblor y con la certeza de que el año que entra nos irá mejor.

  • Chocolate amargo
  • ¾ litros de leche,
  • 6 huevos,
  • 150 grs de azúcar,
  • 3 cucharadas de café soluble,
  •  9 bolsas de gelatina sin sabor,
  • una copa tequilera de ron.

El chocolate se derrite en la leche con el fuego bajo, se añaden las yemas, el café y el azúcar. Una vez incorporados se ponen a baño Maria y se bate, se disuelve aparte la gelatina en un poco de agua caliente, se le añade el ron. Esta última mezcla se vierte sobre el chocolate y se mezcla muy bien. Se agregan las claras batidas a punto de turrón y se deja cuajar en el refrigerador.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Foto de la Semana - Diciembre 30



Reflejo

Otra referencia ajena

Instantes

Si pudiera vivir nuevamente mi vida.

En la próxima, trataría de cometer mas errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría mas.

Sería mas tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico, correría mas riesgos.
Haría mas viajes, contemplaría mas atardeceres,
subiría mas montañas, nadaría mas ríos.

Iría a mas lugares donde nunca he ido,
comería mas helados y menos habas.

Tendría mas problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
cada minuto de su vida.
Claro que tuve momentos de alegría, pero si pudiese volver atrás,
trataría de tener solamente buenos momentos.

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, solo de momentos.
No te pierdas el ahora.

Yo era uno de esos que nunca iba a ninguna parte, sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas.

Si pudiese volver a vivir, viajaría mas liviano.
Si pudiera volver a vivir, comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguirá así hasta concluir el otoño.
Daría mas vueltas en calesita, contemplaría mas amaneceres y jugaría con niños.
Si tuviera otra vez la vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.

(Se le atribuye a J.L. Borges)

domingo, 20 de diciembre de 2009

Todavía hay tiempo antes de Navidad

Todavía hay tiempo antes de Navidad,

todavía hay tiempo para volver la vista atrás y ver nuestros errores,
todavía podemos pedir perdón a quien hemos hecho daño,
buscar aquella amistad que perdimos
o el amor que lastimamos.

Todavía hay tiempo antes de Navidad para perseguir nuestros sueños,
recuperar la esperanza y mirar hacia el frente,
gritar lo que sentimos, tomar un nuevo rumbo,
creer que la vida es justa aunque todo demuestre lo contrario.

Todavía hay tiempo antes de Navidad para decir lo que callo
abrazar la vida de un tajo y viajar a donde deseabamos
olvidando lo que hicimos.

Todavía hay tiempo antes de Navidad,
para hacer lo que realmente queremos,
recuperar el tiempo perdido
y empezar de nuevo.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Salsa Roja. Secreto de familia

Secretos… todos tenemos secretos, secretos que se ocultan por vergüenza, por no lastimar a alguien más, por codicia, porque creemos que la otra persona no entendería, por quererlos olvidar.


 
Secretos de familia, secretos de pareja, secretos que nos hacen cómplices, secretos personales… que pueden ocultar hechos pasados, actuales o deseos que no sabemos si se cumplirán; muchas veces más hay situaciones que creemos secretos cuando en realidad todos lo saben y somos los últimos en enterarnos de ellos.

 
Pero… ¿Qué hacer cuando te enteras de un secreto que no debías saber?...

 
Hace unos días por error me enteré de dos secretos, el primer secreto aunque no me atañe pero me duele por el hecho de que le duele a alguien más a quien yo aprecio y duele más al saber que no puedo confesar lo que sé y ayudar… simplemente debo esperar a que me sea revelado de la fuente oficial.

 
El otro no es mío tampoco, pero me afecta y quiero pensar que más que un secreto es sólo un chisme dicho con mala intención… pero el terror a confirmarlo también me inmoviliza y decido no preguntar…

 
Todos tenemos secretos… y pocas veces los confesamos… a veces los confesamos en espera de comprensión o empatía, en un momento de desesperación, por encontrar una solución que no encontramos… mas la mayoría de las veces los guardamos quizás por la mala experiencia de haberlos compartido con alguien quien después se aprovechó del mismo o peor aún lo ignoró.

 
Yo tengo mis propios secretos y alguna vez me atreví a compartir un par de ellos… no sé si fueron comprendidos, la evidencia dice que no… aunque quizás aún guardo en secreto la esperanza de que hayan sido comprendidos y más aún que sean consolados.

 
Por lo pronto confesaré un secreto que no quiero sea ignorado:

 
  • 3 jitomates  
  • Una cucharada de consomé de pollo en polvo 
  • 2 chiles serranos 
  • Un pedazo de cebolla 
  • Aceite de oliva
  • Un diente de ajo

 
Se cocen los jitomates, se les quita la piel y las semillas, se asan los chiles serranos y el ajo en un comal. En la licuadora se licuan ambos con la cebolla.

 
El secreto está en freír la salsa a fuego muy lento con orégano natural.

 

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Sandwich de Mortadela

Dicen que las primeras experiencias marcan tu vida, los primeros años de vida, la primera maestra del kinder, el primer amor, la primera desilusión por sólo mencionar algunas... de la misma forma en nuestra vida laboral las primeras experiencias determinan y alteran nuestra perspectiva ante el trabajo, los compañeros, los objetivos.


 
Ser el primer jefe de una persona es una responsabilidad muy difícil, requiere paciencia, interés verdadero, saber cuándo estar y cuándo dejar que se desarrollen, entender por las palabras no mencionadas y los silencios que gritan…. Y hay que saber no sólo oír sino escuchar.

 
Yo recuerdo con mucho cariño a mis dos primeros jefes: Manuel y Militza. Dos jefes absolutamente diferentes en sus métodos, formaciones e historia cuya única coincidencia es que gustaban de comer sandwiches a la hora de la comida para aprovechar al máximo el día.

 
Manuel un líder de proyecto desordenado tanto en su vida laboral como personal, bromista, fumador empedernido, un apasionado en el logro de objetivos comunes por encima de los individuales que creía fervientemente que una manada va siempre a la velocidad del búfalo más lento. Gracias a él manejé mi primer contrato, asistí a la primera junta con patrocinadores, fui líder de un proyecto. Aprendí a que no lo sólo se requiere saber, sino compartir lo que sabes, que la mejor práctica no es aquella que en una única ocasión funciona sino la que se puede hacer todos los días y que nos permite saber en qué podemos mejorar, aprendí que sin un equipo que te apoye no llegarás a ningún lado y para tener un equipo que te apoye debes apoyar a cada uno de ellos al doble de lo que ellos están dispuestos a apoyarte. Su más grande lección fue que cuando eres cabeza de un equipo el triunfo de tu gente es sólo de ellos y que cuando hay errores o problemas debes ser el primero en asumir la responsabilidad.

 
Militza… a pesar de que hace años que no es mi jefe sino amiga siempre seguirá provocando gran admiración en mi, independientemente de sus doctorados, sus logros, sus altos puestos en las diferentes industrias, su emprendedor carácter, su orden, su disciplina, Mili siempre luchó por transformar el mundo, por corregir lo que estaba mal, guerrera en un mundo en el cual ser mujer no es fácil siempre con una sonrisa y un consejo. Ella me enseñó a no aceptar todo sólo porque siempre se ha hecho así, a romper paradigmas. Recuerdo bien como en nuestro grupo de trabajo nos esforzábamos para ir con una idea, proyecto o propuesta que fuera perfecta ante sus ojos y salir de su oficina con una nueva perspectiva, que mostraba que había tanto que hacer y aprender.

 
No puedo dejar de agradecer la increíble suerte que tuve al encontrármelos en mis primeros años laborales y añoro los tiempos en que sabía que ante un problema podía acudir a ellos aunque fuera para escuchar “Tú ya puedes salir sola de eso”.

 
Después de ellos han pasado muchas personas jefes malos, aprendices, regulares, aterradores, maquiabélicos, tibios, soñadores, sordos, lejanos y hasta alguno que ni siquiera merece el título. Aunque debo decir como pie de página que excluyo a alguien de esta lista ya que más que ser mi jefe se convirtió en mi mejor amigo y hoy parte de mi familia para siempre. De los primeros debo también decir que aprendí mucho sobre lo que no hay que hacer, no hay que provocar, la línea que no quiero cruzar y en lo que no me deseo convertir.

 
Pero los años pasaron, una vez que me tocó el privilegio de orientar a alguien empecé a entender y aprender más de Mili y de Manuel, seguro que he cometido errores, seguro que he tratado de enmendarlos y seguro que tengo aún mucho que aprender, pero trato de no olvidar a cada una de las casi ciento treinta personas a lo largo de estos años han confiado en mí, que han venido a buscar que los escuche aún sabiendo que no siempre escucharán lo que quieren oír y que aún ahora estando en diferentes nóminas me buscan. Tengo un compromiso con ellos que no termina ni se determina con un contrato y siempre me sentiré orgullosa de sus logros. El compromiso de haber tenido en mis manos por períodos breves o largos su desarrollo profesional. Así como Manuel y Mili me ayudaron en el mío.

 
Manuel… gracias, Mili… gracias.

 
  • Mortadela picada muy finamente
  • Cebolla picada muy finamente
  • Queso Manchego rallado
  • Pan Integral

 
Se fríe la mortadela picada con la cebolla se arma el sandwich y se pone en la sandwichera. Es el sandwich favorito de Manuel y que jurábamos quienes le reportábamos que debía tener cualidades mágicas para aguantar el ritmo de trabajo que llevaba.

 

martes, 1 de diciembre de 2009

Krammer

Debo confesar… me gusta poner apodos… pero por favor no me malentiendan… no es en mal plan… bueno… no en todos los casos… la gran mayoría surgen de algún momento cómico en la convivencia y al pronunciarlos una y otra vez nos hacen mantener presente dichos momentos.



Pero… ¿Qué es un apodo? Según algunas referencias que encontré es la palabra que se emplea para ocultar la identidad de una persona… yo personalmente creo que en muchas de las ocasiones al contrario, los apodos nos permiten ver algo que el nombre de pila no refleja… ¿No me creen?... De acuerdo piensen en las personas que se llaman: Blanca, Clara, Linda, Eugenia, Tristán, Angel, Bonifacio, Justo, Bárbara… y ya no hablemos de apellidos como Delgadillo, Cortés, Cordero y otros más que han justificado que en la legislación exista un proceso para cambio de nombre.


Así que al menos para mí los apodos tienen un sentido práctico, es por ello que en el día a día es común escucharme decir: “El bicho”, “El potro”, “El hombre”, “El pafe”, “El chaparro”, “La vanidosa”, “El músico”, “La generala”,  “El hijo pródigo”, “El hijo bueno”, “La sargento” , “La inglesita”, “El selecto”, “Don fantasma”, “Chicabum” entre muchos refiriéndome a personas que estaban y de muchas formas están en mi vida. Y que por supuesto quiero entrañablemente.


Sin duda hay otros que hacen mención a personas que aún sin saberlo nos hacen reír a quienes sabemos su apodo y generan un vínculo de complicidad en los que una sonrisa se dibuja: “La princesita”, “El apocalíptico”, “Macy’s”, “ El Yuca”, “La pan dulce”, “el michoacano”, “El lo que él quiso decir”, “La piro maníaca”.


Finalmente hay otro grupo de apodos son resultado de momentos difíciles así que, como buenos mexicanos que somos nos reímos de nuestras desgracias. Esto trae la consecuente ventaja de que en un elevador nunca un tercero sabrá de quienes hablamos y nos permite expresarnos a nuestras anchas: “La cucaracha”, “El limoncito”, “La silla del cine”, “La becerra”, “El ebanista”, “El innombrable”.


La receta de hoy en realidad es un Pan Francés… pero durante nuestra niñez mi hermana y yo simplemente le decíamos “Krammer”.


Por lo pronto me disculpo de antemano con todas las personas a las que les he puesto un apodo y no les resulta cómodo, con todas las personas a las que no les he confesado su apodo, pero me disculpo más con todos aquellos cuyo paso no ha significado nada y no han merecido un apodo.


  • Pan Blanco de Caja
  • Huevo batido
  • Leche
  • Chocolate en polvo
  • Crema Batida
  • Chispas de Chocolate
  • Mantequilla


Se remoja el pan blanco en el huevo batido con un poco de leche y menos de media cucharada de chocolate en polvo, se fríe en mantequilla hasta que se dora.


Se adorna con crema batida y chispas de chocolate.