miércoles, 20 de enero de 2010

Hola soy Tisha y soy comunicoholica.

No me dí cuenta en qué momento caí en esto, hace dos años podía vivir sin teléfono, banda ancha y laptop. Es más, odiaba hablar por teléfono tanto de placer como de trabajo; me parecía un gasto inútil tener banda ancha y la laptop si me la llevaba a casa era por temor a que la robaran. Sin embargo un día cambié de trabajo, dejé de tener oficina y entré en un esquema en donde puedes trabajar donde gustes, bueno… más bien donde los requerimientos de tus clientes lo permitan y allí empezó la espiral en la cual ahora me encuentro hundida.

La gran mayoría de mis amigos que continúan teniendo una oficina a donde llegar de 9 a 6 me envidian por poderme quedar en casa a trabajar – de nuevo siempre y cuando los clientes lo permitan – y donde nadie voltea a ver la hora en la que inicia tu jornada y menos aún la hora en la que termina. Pero ellos no saben de lo solitario que es este trabajo, a pesar de que las actividades comunes del trabajo son visitar clientes, hablar con ellos, mandar correos y perseguir que las cosas ocurran aun cuando no te encuentres allí… Pero no tienes con quien hablar sobre tus problemas cotidianos, sobre la odisea para encontrar lugar de estacionamiento, quejarte de que no todas las cafeterías cuentan con un contacto en cada mesa o bien de que el internet inalámbrico de algún establecimiento es terrible.

Es allí donde te topas con tres caminos: hacer amistades en las empresas clientes – lo cual no siempre es recomendable ya que se puede acarrear dificultades en las negociaciones-, morir en la soledad o tener amigos reales/virtuales. Yo sin darme cuenta caminé en este último sendero y debo decir que cuento con amistades maravillosas que comparten este estilo de vida tan solitario, y la necesidad de compartir día a día lo que ocurre en nuestras vidas es lo que me ha llevado a ser comunicoholica.

No puedo concebir mi vida hoy sin revisar varias veces las redes sociales al día, mandar en promedio 60 correos diarios, revisar el status del Messenger, chatear con amigos/clientes/proveedores, hacer más de 30 llamadas largas al día, mandar mensajes de texto desde las primeras horas de la mañana, actualizar mi blog, compartir agendas. En el mejor de los días busco coincidir con mis amigos, con mi familia en algún lugar de la ciudad para tomar un café o comer, siempre en algún lugar con contactos a la mano y con el alto riesgo de tener que cancelar o seguir mandando correos mientras comemos.

He llegado al exceso teniendo festejos de cumpleaños con la laptop abierta en algún bar, chateando desde los semáforos, insultando a los elevadores porque merman la señal. Pero debo decir sin justificarme que es la soledad del día a día la que me lleva a cometer tales excesos… excesos que parecen sacados de una serie de terror-ficción y que por supuesto son difíciles de comprender a quienes aún cuentan con una silla para llegar a trabajar todos los días.

Aún no estoy segura si deseo o puedo curarme, creo que debido al ritmo de trabajo que tengo y que seguiré teniendo no será posible… y escoger el camino de la soledad no es para mí. Por el momento pido paciencia a todos los que quiero por esta enfermedad y por favor si pueden mándenme un mensaje de texto sólo para saber que se acuerdan de mí.