jueves, 29 de julio de 2010

Hoy casi todo era perfecto

Hoy casi todo era perfecto: el atardecer, el viento cálido, el reflejo de la naciente luna en el espejo de agua que estaba a mis pies. A lo lejos se escuchaban las risas de niños sin prisa y el tren alejarse. No había forma de respirar más tranquilidad, ni de encontrar más belleza en el horizonte. Podría permanecer allí por toda mi vida y olvidar toda la angustia de otra ciudad lejana, podría dejar atrás las prisas y conservar este mundo tan lejos de mi mundo. Volver a empezar lejos de mis pesares, lejos de los recuerdos, con una cuchara en el bolsillo y un palacio de arena por construir. Me imaginé estrenando vida, evitando los errores que he cometido y que no me han hecho una mejor persona. Soñé por un momento sentir esa emoción en el estómago de cuando algo bueno y nuevo viene como ese primer día de clases de los primeros años de vida.


Fue entonces cuando tomé esa piedra y la arrojé al agua, destruyendo el espejo, acabando con la calma del paisaje, gritando por dentro para no escuchar a nadie… porque finalmente este mundo no podría jamás ser perfecto, porque no estabas tú para compartirlo…