lunes, 31 de enero de 2011

Pastel de tres leches

Pastel blanco, suave, húmedo; uno de los pasteles mas degustados en fiestas de cumpleaños, de graduaciones, de bodas. Un pastel testigo de sonrisas, ilusiones y sueños, de esperanza. Mentiría si alguna vez no soñé con partir alguno con esos sentimientos en mi garganta, si lo hice, lo sonie quizás de niña, de adolecente, quizás aun lo sueño. Partirlo como cuando se abre una caja de un regalo precioso pero que se reparte entre los presentes para juntos compartir un poco de esos sueños.

Hoy, hoy no es tan sencillo. Somos los poseedores de un sinfín de miedos, remordimientos y palabras no pronunciadas; nos quedamos inmóviles ante el mismo pastel antes de atrevernos a partirlo, perdimos en el camino la esperanza.

Ven a casa esta tarde, hice pastel para ti
para curar tus heridas, para sanar tus sueños,
comamos juntos este pastel y olvidemos nuestros errores,
riamos juntos como cuando no habia preocupaciones,
cuando no importaba el día siguiente solo saber que estaríamos juntos.

Ven a casa esta tarde, hice pastel para ti… solo para ti…

Ingredientes

4 huevos
120 gr de harina
100 gr de azúcar
300 ml de leche condensada
300 ml de leche evaporada
500 ml de leche
1 raja de canela

Los huevos se baten con el azúcar y la vainilla a baño maría hasta que esponjen, de forma envolvente se agrega el harina tamizando con un colador. Se coloca en un molde y se hornea a 180º C.

Por separado en un coludo se ponen las tres leches con la canela a hervir sin que haga nata o se queme.

El pastel horneado se divide a la mitad y se agrega con brocha la leche para que quede húmedo. Se decora con crema chantillí.

lunes, 24 de enero de 2011

Suplica

Quiero que te vayas, que no vuelvas. Te metes en mi casa, en mi vida, en mi cama cada vez que te place. ¿Qué debo hacer para que te vayas? ¿Qué debo decirte? ¿En qué país debo esconderme?


“Siempre estaré contigo”

Finjo que no me afectan tus palabras, tu mirada; no importa cuánto duela por dentro intento no dejar que te des cuenta. He aprendido a llorar hacia dentro, a escuchar me quiebro por dentro y sonreír por fuera, a hacer planes a largo plazo cuando no quiero abrir más los ojos, a hablar de esperanza cuando nunca la he conocido.

“Aquí estoy”

Me esfuerzo por recordar el primer momento en el que me di cuenta de tu presencia, recuerdo ese momento entre sueños, te apoderaste de mi corazón, quizás siempre fue tuyo; quizás toda yo siempre te he pertenecido.

“Siempre pienso en ti”

Dicen que llegaste a mi vida antes aún de que naciera, que sostuviste la mano de mi madre en su grito y fuiste el primer rostro que vi. Que me bautizaste con un nombre que significa lo mismo que el tuyo, que me cantaste en las noches frías y que me alimentaste hasta hacerme sangre de tu sangre.

“Nunca te abandonaré”

Sin embargo en ocasiones pierdo la fuerza y me dejo caer en tus brazos, lloro y me abandono, finalmente siempre he sido tuya. Y esas noches después de dejarme poseer y dormir cansada en tus brazos, abro los ojos y no estás… pero sé que no tardaré mucho en ver de nuevo tu rostro.

Amiga tristeza no regreses más.

jueves, 13 de enero de 2011

El puente

Abrí la puerta como siempre, con el ánimo cansado de un día lleno de tráfico, teléfono, pendientes. Pero esa noche pesaban más que de costumbre, al grado de sentir como atravesaban mi piel y tocaban mis huesos; hiriendo y desgarrando a cada paso; preguntas que golpeaban mi cabeza mientras mi rostro se cubría de la máscara acostumbrada de no pasa nada…


Prendí la luz de la cocina buscando consuelo en alguna receta, en algún olor que disipara mis pensamientos pero no surgió ni la voz que dicta mis platillos, ni la magia de crear algo nuevo. Traté de ahogar las dudas en el café pero hasta este me supo vacio.

Finalmente decidí ir a dormir, creyendo absurdamente que la horizontalidad calmaría mis pensamientos sobre el rumbo en que llevo mis días… y mis noches… Mis ojos se cerraban más que por el cansancio del ir y venir, del respirar, se cerraban por la falta de respuestas, por las dudas. Sin darme cuenta crucé como cada noche hacia el onírico mundo paralelo al que vivo y en el que refugio los deseos que ni yo misma me puedo confesar en vigilia, el camino obscuro por el que caminaba gritaba silencio pero al fondo un pequeño resplandor surgía. Amanecía en mis sueños y sin pensarlo caminaba hacia esos rayos de luz buscando el calor que calmara el frio emanado por mis huesos, esos rayos empezaron a descubrir la silueta de una ciudad que no conozco y que se que conoceré algún día. Empecé a darme cuenta que mi paso se hacía más ligero, que el cansancio ya no se sentía….

De pronto percibí tu presencia, voltee a verte sin entender que hacías allí con tu rostro sonriente, tu seño arrugado, tu perfil firme. Los rayos del sol ya iluminaban un puente sobre un rio murmurante, tu parado al inicio del mismo me ofrecías tu mano y solo podía sentir el viento sobre mi cara al correr hacia ti y abrazarte, al llegar volví a tener 6 años, podía volver a esconderme en tus brazos y sentir tus labios sobre mi frente para darme el beso de siempre. No quería soltarte, ni podía dejar de mirarte. Mis manos tan pequeñas junto a las tuyas se aferraban como cuando de niña tenia pesadillas y me dejabas quedarme contigo hasta que el cansancio me venciera. Hubiera deseado escuchar tu voz en mi sueño pero entendía que me llevarías a la ciudad que siempre he deseado ver y que estaba después del ese puente…

Pero desperté… llevo días con un nudo en la garganta y otro en mi corazón… me haces falta…

Hoy cerraré los ojos deseando soñar de nuevo contigo al pie del puente y quien sabe quizás sueñe que esa niña cruza el puente de la mano de su tío.