lunes, 23 de noviembre de 2009

Helado de Mango

Lo sé no he escrito por varios días… ¿Falta de inspiración?... Falta de tiempo… y es que llegó sin darme cuenta Noviembre y con ello la limpieza general de la casa… si… de entrada suena a una tarea descomunal y desagradable… en parte lo es…


 
Es abrir una vez al año la caja de pandora en la que convertimos el lugar donde vivimos y acumulamos cosas la gran mayoría sin sentido… pero algunas con significado al menos para uno mismo… es el primer paso para el recuento de los daños de este año y de los pasados, es un repaso a lo que fui, quise ser, soy y deseo convertirme.

 
La limpieza general al final arroja cuatro grandes montones:

 
Lo que sencillamente irá a la basura o al reciclaje, como aquellos papeles con anotaciones tan importantes que no tengo la menor idea de qué se tratan; las latas, pócimas extrañas y envolturas que el duende de mi casa conservó para algún día convertirlo en un gran experimento; cajas de aparatos que conservé por si había que hacer uso del derecho de garantía; revistas de viajes de fin de semana, calendarios viejos con marcas de citas con el dentista que seguramente olvidé, así como un montón de llaves que nadie puede identificar y que no abren ninguna puerta o candado de la casa.

 
Otro gran montón se va al ejército de salvación: faldas tan cortas que podrían confundirse con un top, sweteres de colores vivos para obligarme a dejar el negro, zapatos que juré algún día se amoldarían a mis pies, regalos de personas que sin conocerme pensó que esos enormes aretes que parecen aldabas salidas del cuento de Dickens podrían ser puestas en mis orejitas, así como un montón de cosas que mi madre no se atrevió a regalar en su última mudanza y prefirió delegarme dicha tarea.

 
Por supuesto está el montón de las cosas que regresan a los cajones, roperos o muebles; las cuales a pesar de los enormes esfuerzos para que quepan en los cajones y roperos mañana las veré pensando que no tengo nada que ponerme.

 
Pero hay un último montón, el montón de los recuerdos: un anillo de compromiso escondido en el doble fondo de un cajón no por su valor monetario sino para evitar los reclamos que pudiesen venir de quien llegó a mi vida después de aquel frustrado intento y que resultó otro frustrado intento, cartas de amor con la caligrafía terrible de un estudiante, cds con música en francés que me hacen cerrar los ojos y soñar, un dije de cristal en forma de estrella que compré en un día triste, fotos rotas y vueltas a pegar, la tarjeta de un crucero que deseaba pusiera en orden mi vida, un Kayhuasy que como reza su etiqueta “Según la antigua tradición Quechua su poseedor será favorecido con un hogar propio”, una bufanda que compré a un ser amado y nunca se la entregué, la receta de helado que mi tía favorita me enseñó de niña, notitas con una carita feliz de alguien que se fue a un mundo mejor antes que uno…

 
Es este último montón el que realiza la magia, el que limpia mi alma y me deja lista para un nuevo año en el que seguramente pasarán muchas cosas buenas, algunos fracasos y dejará recuerdos que me harán sonreír antes de dormir… no lo sé… habrá que esperar…

 
Por lo pronto hoy bailaré en la obscuridad con esa bufanda sin dueño al ritmo de la música francesa…

 

 

 
  • 750 grs de Mango de manila sin hueso
  • Un frasco de nata
  • 100 grs de azúcar
  • 2 cucharadas de néctar de mango

 

 

 
Se hace puré el mango, se agrega el azúcar y el néctar. Por otro lado se bate la nata y se mezcla perfectamente con el mango, se mete al congelador por dos horas.

 
Se saca, se pasa por la batidora y se regresa al congelador al menos por una hora más.