miércoles, 16 de diciembre de 2009

Salsa Roja. Secreto de familia

Secretos… todos tenemos secretos, secretos que se ocultan por vergüenza, por no lastimar a alguien más, por codicia, porque creemos que la otra persona no entendería, por quererlos olvidar.


 
Secretos de familia, secretos de pareja, secretos que nos hacen cómplices, secretos personales… que pueden ocultar hechos pasados, actuales o deseos que no sabemos si se cumplirán; muchas veces más hay situaciones que creemos secretos cuando en realidad todos lo saben y somos los últimos en enterarnos de ellos.

 
Pero… ¿Qué hacer cuando te enteras de un secreto que no debías saber?...

 
Hace unos días por error me enteré de dos secretos, el primer secreto aunque no me atañe pero me duele por el hecho de que le duele a alguien más a quien yo aprecio y duele más al saber que no puedo confesar lo que sé y ayudar… simplemente debo esperar a que me sea revelado de la fuente oficial.

 
El otro no es mío tampoco, pero me afecta y quiero pensar que más que un secreto es sólo un chisme dicho con mala intención… pero el terror a confirmarlo también me inmoviliza y decido no preguntar…

 
Todos tenemos secretos… y pocas veces los confesamos… a veces los confesamos en espera de comprensión o empatía, en un momento de desesperación, por encontrar una solución que no encontramos… mas la mayoría de las veces los guardamos quizás por la mala experiencia de haberlos compartido con alguien quien después se aprovechó del mismo o peor aún lo ignoró.

 
Yo tengo mis propios secretos y alguna vez me atreví a compartir un par de ellos… no sé si fueron comprendidos, la evidencia dice que no… aunque quizás aún guardo en secreto la esperanza de que hayan sido comprendidos y más aún que sean consolados.

 
Por lo pronto confesaré un secreto que no quiero sea ignorado:

 
  • 3 jitomates  
  • Una cucharada de consomé de pollo en polvo 
  • 2 chiles serranos 
  • Un pedazo de cebolla 
  • Aceite de oliva
  • Un diente de ajo

 
Se cocen los jitomates, se les quita la piel y las semillas, se asan los chiles serranos y el ajo en un comal. En la licuadora se licuan ambos con la cebolla.

 
El secreto está en freír la salsa a fuego muy lento con orégano natural.